lunes, 22 de octubre de 2012

NO SÓLO JAUA HABLA CON CASTRO

Anoche tuve el mismo privilegio, sólo que la conversación fue corta y al punto


Examinando la historia del desarrollo de la Biblia, caímos Fidel y yo en el episodio del Concilio Ecuménico de Nicea, reunión ocurrida en el año 325 con la facilitación  del emperador Constantino I. Ese fue el primer Concilio Ecuménico -es decir universal- de la Iglesia, y participaron en él Obispos de todas las regiones donde había cristianos. En el curso de escasos dos meses y cinco días -20 de mayo a 25 de julio- unos 300 padres conciliares decidieron sobre uno de los textos más formidables y más permanentes de la Historia: LA BIBLIA, escritura sobre la cual se fundamentan nada menos que las tres religiones monoteístas: Cristianismo, Judaísmo y parcialmente el  Islamismo. ¡Vaya! ¡Vaya! exclamamos Fidel y yo. 

Vamos a situarnos en contexto antiguo, lectores. Ese emperador había logrado reunificar el imperio romano al derrotar a Licinio un año antes y no quería más bochinche. Los cristianos ya eran políticamente poderosos y de alguna manera había que lidiar con ellos, pero existía en su interno el inconveniente de una pugna: un tal sacerdote Arrio se había opuesto a su Obispo -Alejandro de Alejandría- porque el  cura rebelde negaba la divinidad de Jesús, a quien consideraba figura excelsa y magnánima pero no divina. El sínodo de Obispos de Egipto lo excomulgó por hablador, y entonces el sacerdote se molestó. Así empezó el lío. ¿Cómo trató de resolverlo Constantino? Convocando el Concilio Ecuménico de marras para que todo el mundo dijese lo que tuviese que decir, y lograra la Iglesia unificarse al igual que ya lo había hecho el imperio. 

¡Y todo el mundo dijo todo lo que había que decir, créanlo Ustedes! El emperador, aunque de algún modo compartía la posición de Arrio, se portó muy decente y lo que hizo fue facilitar la reunión prestando sus postas para el viaje de los Obispos, y corriendo con los gastos de alojamiento y condumio. Como resultado de esa reunión: ¡un asunto sorprendente! El acuerdo sobre un texto que compila sesenta y seis libros escritos a lo largo de unos 1.500-1.800 años, y que sirve de asiento para  su Fé. ¡Y se logró en dos meses! Y ha pervivido desde entonces hasta hoy guiando la espiritualidad y la conducta de miles de millones de personas. ¡En dos meses, hermanos! ¡En dos meses resolvieron la querella y produjeron tamaño monumento!

"Ahora vamos a situarnos en contexto actual", le dije yo a Fidel -porque la idea fue mía, no de él, por si acaso- "¿Qué tal si Chávez convoca a una reunión internacional socialista, en la que se discutan las diferentes posturas, tendencias y matices, y logremos unificar al Socialismo que existe, pero anda disperso   por este Mundo?" "¿Y si logramos producir un texto doctrinal, que al igual que la Biblia oriente la conducta de los pueblos y  la gente que aspira a un mundo mejor y más justo?" Aquí el Comandante cubano peló los ojos y guardó silencio (¡hay que ver lo que significa lograr que Fidel se calle!) Me  observó por un rato y seguramente sopesó si estaba o no  frente a un orate. Dos minutos después me dijo: "¿Y los escritos de Marx?" "Se examinarían, Comandante" -le respondí- "Y los de Lenin, y los de Engels, y todos los que esa reunión mundial de Socialistas considere apropiados para discutir, incluyendo los suyos", completé. "Y al final, Caballo" -proseguí- "tendríamos un TEXTO, uno sólo, que sería al Socialismo lo que es la Biblia al Cristianismo. ¿Qué tal?" Cerró los ojos y me dijo: "¿Por qué no se lo propones a Chávez?" "¡Bah!, porque no le llego" -le respondí- "De tres propuestas que le hecho por escrito, sólo ha acogido una parcialmente y sin nombrarme. Hágalo Usted. Chávez acaba de ser ratificado por su Pueblo que dijo que sí quiere Socialismo. ¿Qué mejor momento? Además, el enemigo  que se tiene enfrente  es formidable y se necesita de formidables acciones para derrotarlo. No se trata de acciones militares. Se trata de acciones ideológicas. ¿Qué me dice?" Fidel alzó su dedo índice, me apuntó con el inclinándose hacia mí y me respondió algo que no oí porque me despertó una motocicleta (vivo en zona escuálida de alta cilindrada, ¿ven ustedes? y por aquí tampoco se respeta mucho el silencio) 
 
¡Ah, no! se quejarán ahora algunos. ¡¿Todo era un sueño?! ¡No ha hablado nunca con Fidel! Pues en vigilia no;  no lo he hecho. ¿Y qué? ¿No fue en sueños como Moisés habló con Jehova? ¿Y Josué, y Abraham y otros? ¿Ellos pueden pero yo no? No digo que hablé con Dios; sólo con Fidel Castro. En todo caso aquí les dejo el recuento de la conversación y por mandato de fe política deberían aceptarlo. ¿O son ustedes todos unos descreídos tarados? De todas maneras mucho gusto he tenido en que me hayan leído. Y POR NO CREERNOS LOS UNOS A LOS OTROS, ES POR LO QUE NECESITAMOS ESE CONCILIO ECUMÉNICO SOCIALISTA.