sábado, 20 de febrero de 2010

¡Haití y ahora Madeira, ¿no?!

Una especie capaz de destruir su propio habitat, ¿es una especie inteligente? ¡No juegue! Sabe usted de alguna otra especie animal, distinta a la humana que lo haga? ¡Coño, yo no! ¿Cuánta evidencia más de catástrofes requerirán los PUEBLOS para EXIGIR medidas que defiendan al planeta? ¿Vamos a dejar su defensa al bandidaje político? ¿A los foros internacionales de delegados, hablando sus idiomas de Babel? ¿Cuándo se han entendido? ¿A quienes representan tales palurdos? ¿A los pueblos, o a las grandes empresas depredadoras? ¿Se acuerdan de la jugarreta de Obama en Copenhague cuando hizo aprobar un "desacuerdo" con sus compañeros de "cártel", distinto al que se había discutido en la asamblea? ¡Bah! Hay que tomar las calles, los pueblos, las ciudades del mundo y reclamar respeto al planeta, con fuerza. No es época para discursos de encorbatados, comunicados de insincero lenguaje diplomático, reportajes y artículos de prensa aislados y debiluchos; ni siquiera lo es ya para informes científicos que se difundan con inteligencia. La canalla depredadora ya tiene suficiente información y conoce de su crímen. Es el momento para la movilización de todos los pueblos del mundo, las familias, las comunidades, las universidades, los científicos; de toda sociedad y todo individuo. ¿Cómo es posible que permitamos que a la Tierra la destruyan un puñado de inconscientes, enloquecidos por su afán de lucro? ¿No hay nadie que reaccione, que explote, a quién le de rabia? ¿Es tan grande la parálisis que han producido en nosotros los medios de comunicación al servicio del capital? ¿Y las iglesias? ¿Les importa un pepino que sus socios en el adormecimiento del mundo, destruyan la obra de Dios? Vean Haití, lectores, vean Madeira, y al mismo tiempo entérense de las grandes fortunas que reseña la revista "Forbes", y sus orígenes. Luego reflexionen y que esta noche duerman bien.